Hay algunos nombres en el
mundo que son ignorados por muy pocas personas, como lo es el nombre de Sherlock
Holmes, el famoso detective que encarna la esencia de la habilidad deductiva y
sintética. Estudio en escarlata, es
la obra que le dio vida a este pintoresco personaje.
El Dr. Watson se ha mudado a
la casa de Sherlock, con la intención de compartir el alquiler, pero pronto se
dará cuenta que compartirá mucho más que eso con el detective, cuando se vea
sumergido en una aventura sin igual.
El libro se divide en dos
partes, de las cuales la primera es justo lo que se espera de la misma: una
novela policíaca, donde un asesinato misterioso que los detectives titulares de
Scotland Yard se ven imposibilitados de resolver por sí solos, para lo cual
recurren al consejo de Sherlock, quien utiliza sus sorprendentes habilidades
mentales para hacer las delicias del Dr. Watson, que a cada nuevo
descubrimiento lo va respetando y adulando más, hasta convertirse en su fiel
seguidor.
En la segunda parte, el libro
da un vuelco total, trasladándonos de Londres a América, donde conocemos la
historia de un hombre y su hija adoptiva, que por azares del destino, han
quedado en medio de una caravana de mormones que van camino a fundar su ciudad
en Utah, su tierra prometida. Esta parte del libro contiene una fuerte crítica
social y religiosa, que he de confesar que jamás me esperé en este libro, y fue
una agradable sorpresa. Dicha historia tiene una estrecha relación con la
primera parte del libro, la cual el lector deberá ir descubriendo durante el
desarrollo del mismo.
Un bonito libro, no muy largo
ni complicado de leer, que además me dio más de lo que esperaba y dejó la
puerta abierta para, más adelante, visitar de nuevo las páginas de Sir Arthur
Conan Doyle, en busca de una nueva aventura del famoso detective londinense.
Por Luis Fernando Calderón
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