*Dedicado a Victoria Rivera, el amor de mi vida.
Es una mañana
como tantas otras en Las Tierras Victhorianas, una mañana como todas que no son
nunca iguales a las otras. Es una mañana lluviosa, y cada gota que cae es
distinta a las demás, porque la lluvia victhoriana es especial, como todo en
estas tierras.
Quizá sea difícil
de entender el funcionamiento de la naturaleza de Victhorilandia, que así es
llamada también en ciertas ocasiones. Acá cada nuevo día es un nuevo reto,
aunque el sol sea el mismo, aunque las calles sean las mismas, aunque los
campos y los árboles sean los mismos, nunca son iguales. Por ejemplo, cuando he
pasado medio día trabajando en lo que pareciese ser un día normal y de pronto
recibo un mensaje de Su Majestad, el día completo cambia en plenitud; no solo
el momento de recibir y responder los mensajes, no solo el resto del día desde
allí, sino el día completo incluyendo la mañana que ya ha pasado. Los efectos
de vivir en las Tierras Victhorianas son retroactivos, es decir que así como un
día completo se me vuelve mágico con un mensaje a la mitad del día, también mi
vida entera ha dado un giro y tiene un sentido nuevo y maravilloso, desde que
puse un pie en este paradisíaco lugar.
¿Que cómo pueden
ser posibles tales cosas? Bueno, porque el espacio-tiempo victhoriano no
responde a las leyes de la física clásica. El espacio-tiempo victhoriano tiene
su propia física, sus propias leyes, su propia naturaleza que trasciende espacio
y tiempo y leyes naturales. No espero que me crean, no espero que me entiendan,
hace falta vivir aquí para comprenderlo, nadie que no haya pisado las Tierras
Victhorianas y conocido a Su Majestad, podría siquiera entrever las infinitas
posibilidades de estas maravillas.
Hoy tendré un
encuentro con Su Majestad, y he de confesar que estoy bastante nervioso, un
poco asustado e inquieto, pero sobre todo estoy emocionado, intensamente
emocionado y feliz de poder verla. Hoy podré conocer en persona lo que cuentan
las leyendas victhorianas, que hablan de la gran belleza de Su Majestad, de su
inteligencia, de su bondad, de su
sonrisa, de su sentido del humor, de su creatividad y originalidad, y de
todas las demás virtudes que describiré a lo largo de estas crónicas.
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