lunes, 2 de junio de 2014

Las Tierras Victhorianas-Capítulo I



*Dedicado a Victoria Rivera, el amor de mi vida.

Es una mañana como tantas otras en Las Tierras Victhorianas, una mañana como todas que no son nunca iguales a las otras. Es una mañana lluviosa, y cada gota que cae es distinta a las demás, porque la lluvia victhoriana es especial, como todo en estas tierras.

Quizá sea difícil de entender el funcionamiento de la naturaleza de Victhorilandia, que así es llamada también en ciertas ocasiones. Acá cada nuevo día es un nuevo reto, aunque el sol sea el mismo, aunque las calles sean las mismas, aunque los campos y los árboles sean los mismos, nunca son iguales. Por ejemplo, cuando he pasado medio día trabajando en lo que pareciese ser un día normal y de pronto recibo un mensaje de Su Majestad, el día completo cambia en plenitud; no solo el momento de recibir y responder los mensajes, no solo el resto del día desde allí, sino el día completo incluyendo la mañana que ya ha pasado. Los efectos de vivir en las Tierras Victhorianas son retroactivos, es decir que así como un día completo se me vuelve mágico con un mensaje a la mitad del día, también mi vida entera ha dado un giro y tiene un sentido nuevo y maravilloso, desde que puse un pie en este paradisíaco lugar.

¿Que cómo pueden ser posibles tales cosas? Bueno, porque el espacio-tiempo victhoriano no responde a las leyes de la física clásica. El espacio-tiempo victhoriano tiene su propia física, sus propias leyes, su propia naturaleza que trasciende espacio y tiempo y leyes naturales. No espero que me crean, no espero que me entiendan, hace falta vivir aquí para comprenderlo, nadie que no haya pisado las Tierras Victhorianas y conocido a Su Majestad, podría siquiera entrever las infinitas posibilidades de estas maravillas.

Hoy tendré un encuentro con Su Majestad, y he de confesar que estoy bastante nervioso, un poco asustado e inquieto, pero sobre todo estoy emocionado, intensamente emocionado y feliz de poder verla. Hoy podré conocer en persona lo que cuentan las leyendas victhorianas, que hablan de la gran belleza de Su Majestad, de su inteligencia, de su bondad, de su  sonrisa, de su sentido del humor, de su creatividad y originalidad, y de todas las demás virtudes que describiré a lo largo de estas crónicas.

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