Lo he comprobado
personalmente, y con total seguridad puedo afirmar que las leyendas de Su
Majestad son ciertas y aún se quedan cortas con la realidad.
Su Majestad
tiene el equilibrio perfecto, es dulce a la vez que fuerte, sin empalagar y sin
destrozar; es inteligente y culta, sencilla y agradable, y con un toque de
orgullo y dignidad justos para su nobleza.
Es una Sonata de
Bethoveen, un Claro de Luna en tres movimientos perfectos, que se repiten
perpetuamente siendo cada vez distintos. Su Majestad es sinfonía, clave de sol
que presagia las mejores melodías. Heredera de las notas de Hamelin, una fantasía
de los Hermanos Grimm. Un personaje nunca visto en cuentos de hadas, la eterna
imagen en el espejo de Blancanieves, guardiana y portadora de la espada
Vórpica.
Su Majestad
tiene una forma particular de hablar, su rostro dibuja gestos indescifrables y su
voz resuena armoniosamente trazando pentagramas en el viento. Su mirada esquiva
es difícil de contemplar, sus ojos son un tesoro que misteriosamente ve siempre
al frente, salvo en fugaces ocasiones en las que te voltea a ver, y es solo
entonces cuando se pueden contemplar en plenitud; son esos efímeros momentos
los que hay que aprovechar para grabar esa mirada y recordarla largo tiempo,
para guardarla en la memoria y traerla al presente cuando se necesita una
imagen victhoriosa.
Una de sus
mayores virtudes es su sinceridad. Sus palabras inspiran confianza, sus juicios
duros apuntan al progreso, a no vivir engañado con falsas palabras de lenguas
bífidas. Ella dice lo que piensa así sea bueno o malo, y eso hace que cuando
expresa un juicio bueno, éste valga un millón de veces más que el de cualquier
persona que se guarda los malos juicios.
Su Majestad es
diferente a otras reinas, es la reina suprema, el absoluto poder inigualable de
las Tierras Victhorianas. Ella no es moda ni publicidad, no es llevada por la
corriente. Es su propia corriente, un poderoso caudal que arrastra cuanto
obstáculo se oponga en su cauce.
Realmente es
mucho más de lo que en estas pobres líneas puedo escribir, mucho más de lo que
estas limitadas palabras pueden expresar. Me avergüenza pretender describirla
con simples palabras, pero el intento es sincero, es algo que ella misma deberá
entender mejor que yo, pues estas líneas y palabras, aunque leídas por muchos o
por pocos, por unos cuantos lectores o por un mundo entero, solo tendrán
completo sentido para sus ojos y aunque muchos acariciaran el papel, sólo a
ella pertenece la tinta de estas páginas.
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