Hay ciertos tópicos comunes
que suelen dar cabida al nacimiento de grandes libros sobre el tema. Entre
otros, uno de estos tópicos que en lo personal me llama mucho la atención, es
el comunismo soviético. Así, he podido disfrutar desde libros como 1984 y Rebelión en la granja de Orwell, pasando por La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, hasta Vida y destino de Vasili Grossman. Esta
vez fue el turno de Arthur Koestler, con El
cero y el infinito.
Rubashov es un antiguo
comisario del pueblo, que peleó codo a codo por la revolución rusa y llegó a
ser incluso un héroe soviético, reconocido por el mismo “Número Uno” (a
sabiendas, Stalin). Durante su vida al servicio del gobierno rojo, ha hecho
todo lo necesario para favorecer al Partido y su causa, aún si eso implica
traicionar a sus amigos más cercanos o incluso a los seres amados. Sin embargo,
con el paso del tiempo, han empezado a surgir dudas en él, pequeñas dudas nada
más, pero lo suficientemente importantes para que otros representantes del terror
rojo se interesen en él y lo lleguen a considerar un enemigo del partido y del
pueblo.
Así pues, la novela transcurre
durante el encierro de Rubashov, quien es interrogado y torturado
psicológicamente, en un afán de conseguir su confesión acerca de todos los
actos que ha cometido en contra de su nación.
Es un excelente trabajo que
muestra la decepción de un hombre traicionado por sus propios ideales, quien se
convierte en un perfecto ejemplo del viejo adagio: el que a hierro mata, a
hierro muere.
Por Luis Fernando Calderón
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