Una de las obras cumbre de la
literatura universal, y además de las más complejas y enredadas si no la que
más. Ulises es un extenso relato de quién sabe qué cosa, puesto que no tiene un
verdadero hilo argumental propiamente dicho, sino que más bien se desarrolla a
través de las vivencias cotidianas de varios personajes, entre los cuales
destacan Stephen Dedalus y Leopold Bloom. Dichos personajes no tienen grandes
aventuras, ni un objetivo ni un problema que resolver, simplemente viven sus
vidas y el lector las vive junto a ellos, además de compartir sus largos
monólogos interiores donde llegamos a conocer su filosofía de la vida.
El estilo del libro cambia
drásticamente de cuando en cuando, con giros tan abruptos como un capítulo
escrito al estilo de drama teatral –el más extraño y confuso, pero también el
más maravilloso de todos-, o un capítulo escrito en forma de entrevista o
interrogatorio, dónde vaya a saber Dios quién es el interrogador o
entrevistador y por qué lleva a cabo dicha acción.
El libro podría tener muchos
significados ocultos que se podrían intentar descubrir con estudios y
dedicación, como tantos críticos lo han hecho, o simplemente disfrutarlo sin
poner mucha atención en ello, como el mismo Joyce lo recomendó en su momento.
Yo me decanto por esta segunda opción, y así pues disfruté simplemente la obra,
unas partes más que otras, sin llegar a ahondar en los profundos misterios que
podría guardar entre sus páginas.
Por Luis Fernando Calderón
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