miércoles, 30 de julio de 2014

Tierras Victhorianas_Capítulo V



¡Ah, qué historia tan maravillosa! Aunque la importancia de esta historia radica en que es una forma de expresarte mi amor, amada mía, a veces me gusta imaginar que alguien más la lee, decenas, cientos y por qué no, miles de personas se deleitan en estas letras y envidian el amor que nos tenemos. Ocho meses pasan ya y el viento del sur augura ochenta años más, ochocientos siglos juntos, un infinito para nuestras almas lado a lado.

¡Cuántas cosas hemos pasado en este tiempo!  Tardes de amor envueltas en pasión y coronadas por el horrible momento de tener que separarnos cuando el reloj apremia. Noches enteras junto al teléfono, contándonos mil y una cosas, o simplemente escuchándonos respirar. Risas y carcajadas a costa de los no tan bien dotados seres del reino, bromas finas y originales, que sólo tú y yo podríamos entender. ¡Cuántas resistencias hemos tirado al piso, cuántos farsantes desenmascarado y cuánta ignorancia hemos puesto en evidencia!

Somos superiores, mi cielo, y eso hemos de aceptarlo por muy vanidoso y arrogante que sea.  Ocho largos meses junto a ti me han convencido de que la gente superior sí existe, y entre ellos, tú eres la mejor.

A veces, quisiera detallarte hasta en lo más mínimo, describir cada una de tus maravillas, pero las que he visto en este tiempo son tantas y sobre todo tan grandes, que pretender describirlas sería una tarea titánica e imposible, y limitarme a listarlas sería un pecado impío. Sin embargo, intentarlo es bello, siempre lo intento ¿no es así? ¿Cómo no intentar poner en palabras algo que tanto amo y admiro? ¿Cómo no decir que tus cabellos son finos y hermosos cual poder de Sansón, o que tus ojos son mágicos y petrificadores cual don de Medusa? ¿Es que acaso hay alguien que pueda verse en tus ojos y no quedar congelado y prendado para siempre de tus encantos inigualables?

Sabes, princesa mía, me convertiría en sal solamente por voltear a verte una vez más, si ese fuera mi castigo, y cuando la gente viera mi estatua salitrosa sabrían que fue por amor, el más grande e increíble que jamás haya existido, y si te conocieran, nadie dudaría en que hice lo correcto. Con gusto relevaría a Sísifo de su condena, si supiera que en la cumbre de la montaña estás tú y mi premio por cada vez que llego hasta allí sería un beso de tus labios, aunque irremediablemente tuviera que volver al principio y de nuevo subir cargando aquella pesada piedra que los dioses pusieron sobre su espalda. Por ti liberaría a Andrómeda de sus cadenas y me ahogaría en el océano de tu saliva, atrapado por siempre por el metal de tus abrazos. Cubriría mi rostro con una máscara de hierro si por dentro llevara tu fotografía, guardaría en un frasquito todos los aromas de los Jardines de Babilonia, derrumbaría las Pirámides de Giza y enfrentaría el juicio inclemente de Osiris, siendo arrojado a las fauces de Ammit, muerto por segunda vez, pero satisfecho por haberte amado.

Yo sé que quizá sea demasiado exagerado, que me extiendo mucho hablando de cuánto te amo, pero es que éste es el mejor medio para expresar todo lo que siento. Con la pluma en mano (que no es pluma sino es teclado), puedo liberarme y expresar lo que con la boca no siempre fluye, porque las palabras no acuden a mi cabeza en el momento preciso y mis cuerdas vocales se resisten a cantar las alabanzas que te mereces. No sé por qué exactamente, pero escribiendo soy el dueño de la tinta y el papel (que no es papel sino es pantalla y no es tinta sino pixeles). Aquí puedo evocar nuestras siete comidas especiales, sin contar las otras decenas de comidas que son igual de especiales, porque a tu lado nada puede ser menos que especial, nada es común y corriente y todo va más allá de ese mundo promedio de la gente normal, ese mundo en el que tú y yo no habitamos porque nuestro amor no podría contenerse en una caja tan pequeña y pobre.

El primer recuerdo de estas cenas son dos platos de carne en Fridays, un vestido negro acariciando tu figura, las espléndidas notas de un violín y todo ello coronado por un bendito “sí”. Aunque indudablemente, esa primera vez fue la más importante, las siguientes seis también han estado envestidas de magia, belleza y maravilla, como cada día desde que te conozco. Hay UNO Chicago y El Portal de las Carnes, Entre Pisco y Nazca y Los Cebollines, la infaltable pizza en casa y Applebeeas en repetidas veces. Hay regalos y paseos; los primeros los atesoro como al último lingote de oro sobre la Tierra, desde mis adoradas maripositas hasta mi hermoso sudadero; los segundos los guardo en mi recuerdo, y en una cajita de cartón las entradas del cine para tener una apoyo físico y saber que momentos tan bellos no han sido sólo causa de una enajenada imaginación que crea maravillas en mi cabeza.

Y de la misma forma, espero que esta historia que aquí escribo, quede grabada para la posteridad y que de cuando en cuando tú y yo la leamos, sabiéndonos dichosos de gozar de un amor tan grande y quizá alguna vez sintiendo lástima por aquellos, todos ellos, que nunca conocerán un amor como el nuestro.

Esta historia es una historia que no sabe que es historia. A veces es cuento, a veces poesía, quizá sea novela, crónica o biografía, a veces no es nada pero siempre lo es todo. Porque el todo se puede encontrar en lo más sencillo, como en uno de nuestros besos, o en lo más complejo como en uno de nuestros llantos. A veces me gusta imaginar que estas páginas se convierten en un hermoso libro empastado, con una bella portada y descansa sobre los anaqueles de las librerías, pero realmente el mejor lugar donde pueden estar es tu corazón, en tu cabeza y en tus ojos, y además en tus manos, en tu habitación, en un pequeño libreto hecho en casa, que puedas oler y tocar, como debe hacerse con los libros.

Esto que estoy haciendo no es realmente un regalo para ti sino para mí, pues me siento tan feliz escribiéndote, y sé que cuando tenga en mis manos este trabajo impreso, que seguramente quedará mucho peor de lo que me imagino, porque de habilidad manual carezco en demasía, me sentiré feliz porque tus manos lo acariciarán, como tantas veces me han acariciado, y tus ojos lo leerán ávidamente y no se detendrán sino hasta que las líneas lleguen a su final. No es un regalo digno para celebrar nuestros primeros ocho meses juntos, pero ¿qué cosa podría ser digna de un amor tan grande? ¿Cómo celebrar correctamente la maravilla de nuestro encuentro, sin que dicha celebración quede demasiado chica?

Yo no sé qué he hecho para merecer la fortuna de tenerte, pero sí sé que este tiempo junto a ti ha sido el mejor de mi vida, indiscutiblemente, irremediablemente, sin poderlo refutar, innegable y sin ninguna duda. Y hoy, de esta forma tan sencilla te lo digo: ¡TE AMO! y gracias por amarme y hacer que mi vida tenga un sentido.

miércoles, 23 de julio de 2014

El libro de arena_Jorge Luis Borges




Jorge Luis Borges es uno de esos grandes escritores cuyo nombre todos conocen pero pocos han leído, a no ser por las frases célebres, que cada día están más de moda. Es además, uno de esos escritores que a pesar de ser reconocidos mundialmente como uno de los mejores, nunca han sido galardonados con el codiciado Premio Nobel. Lo que sí es un hecho es que este cuentista, poeta y ensayista, es un referente innegable de la literatura hispanoamericana.
                    
“El libro de arena” es una colección de cuentos cortos, que podrían quizá ser clasificados en los subgéneros del misterio y hasta el terror, si bien no al estilo Stephen King, sino algo más sofisticado y sutil. Son cuentos que se leen rápido y sin complicaciones, muy amenos y lo suficientemente intrigantes para leerlos, uno a uno, de corrido y sin pausas innecesarias. El libro en su totalidad no es muy grande, y puede terminarse en un par de sesiones o bien disfrutarse cuento por cuento en los momentos libres; sea como sea, al final no habrá durado mucho, pero ese tiempo limitado habrá dejado en el lector un buen sabor de boca.

Por Luis Fernando Calderón

lunes, 7 de julio de 2014

Himmler: El líder de las SS y la Gestapo_Peter Padfield

Si bien Hitler fue el artífice del nazismo duro, no lo hizo todo con sus propias manos. Detrás y junto a él hubo muchos otros personajes, sin los que hubiese sido imposible llevar a cabo su obra. Entre estos hombres, uno de los más importantes fue Heinrich Himmler, el artífice de las políticas raciales nazis, además de responsable del funcionamiento de las temidas SS.

En este gigantesco ensayo de más de 700 páginas, bastante grandes y de letra más bien pequeña, Peter Padfield nos muestra la vida y obra de Himmler, de una forma muy objetiva y sistemática, desde su niñez hasta su muerte, tras la rendición alemana en la Segunda Guerra Mundial. Durante el desarrollo del libro, Padfield acompaña los datos históricos y la narración de los hechos, con un interesante análisis psicológico de este personaje, así como más someramente, de otros miembros del “equipo”, como Goebbels, Bormann y el mismo Hitler, dedicándole especial atención al lugarteniente de Himmler, Reinhard Heydrich.

Acá podremos ver cómo Himmler fue realmente el hombre al que se le debe el horror de los campos de concentración y exterminio, así como también una buena participación en los experimentos inhumanos realizados por los doctores nazis. También podremos ver la faceta guerrera de Himmler, la cual desarrolló formando las divisiones de élite de las SS, muy respetadas y adoradas por el mismo Hitler.

Es este, pues, un exhaustivo y concienzudo trabajo, que sin duda dejará satisfecho a todo aquel que busque profundizar en la vida de tan polémico personaje de la historia mundial.

Por Luis Fernando Calderón